Con motivo de la muerte del actor Alfredo Landa, os muestro una selección de películas incluidas en mi libro "Cine español en cien películas", las cuales forman parte de la historia del cine español.
Tras el injusto despido de Don Felipe, viejo director de la sucursal del banco " Previsores del mañana", y ante la animadversión que les produce su antiguo compañero y provisional director Don Prudencio Delgado, el cajero Fernando Galindo convence a sus 5 compañeros de que deben robar su propio banco. El día del atraco en lugar de los esperados compañeros, vienen a robar unos auténticos ladrones y los empleados, viendo volar un dinero que consideran suyo, se enfrentan con los bandidos.... EL CRACK
Germán Areta, un humilde detective madrileño, recibe el encargo de buscar a la desaparecida hija de un acaudalado empresario de León. La investigación se complica. Hay turbios poderes de hombre importantes empeñados en hacerle fracasar. Germán Terminara descubriendo que la joven murió en extrañas circunstancias y que su fallecimiento fue ocultado. Su investigación costara la vida a Mayte una niña a la que Germán cuida y quiere como si de su propia hija se tratase. German decide tomarse la justicia por su mano.
LOS SANTOS INOCENTES
Se narra la vida de una familia de campesinos guardeses de una finca en la Extremadura de los años 60 frente al dominio de los señoritos. En la finca, los ricos propietarios se reúnen ara celebrar fiestas y organizar caserías Los pobre soportan todo con la esperanza de que sus hijos puedan mejorar su condición... CANCIÓN DE CUNA
En un lugar de Castilla, a finales del siglo 19. La Cotidianidad de un convento de monjas dominicas de clausura se ve interrumpida cuando una niña recién nacida es abandonada a las puertas del convento. Las monjas deciden quedarse con ellas para educarla, después que don Jose el medico del pueblo, consiente de la gravedad emocional del problema y enamorado platonicamente de la madre superiora se brinde a adoptar y dar nombre a la niña....
El furriel romano Oreste
Jacovacci le ha prometido al recluta milanés Giovanni Busacca darle de baja a
cambio de una compensación económica; pero el joven es declarado apto y, ya
uniformado, busca a Oreste para darle una lección.
Sin embargo cuando se
encuentran, se hacen amigos y los destinan a Tigliano, un pequeño pueblo en la
retaguardia, donde esperan cada día, la orden de partir hacia el frente. Al
mismo tiempo Giovanni, habiendo encontrado a Costantine, una chica de conducta
ligera, se confía y terminan robándole la cartera. Llega el día temido: Giovanni
y Oreste son enviados al frente, donde hacen nuevas amistades: El teniente,
ex-profesor de gimnasia, el soldado que sufre de amor por Lyda Borelli, y el
capellán Bonoglia. Llega la navidad, y lo celebran lo mejor que pueden; pasa el
invierno, se anuncia la primavera; retoman con más entusiasmo los combates.
Oreste y Giovanni, mientras patrullan se encuentran a un soldado austriaco:
pueden matarlo, pero no se ven capaces de hacerlo. Más tarde se inicia la
batalla: muertos y heridos, ataques y contraataques. Oreste y Giovanni son
encargados de llevar un mensaje, pero cuando se disponen a volver se encuentran
separados de su grupo. Para protegerse del frío se visten con capotes enemigos:
descubiertos por los austriacos, son declarados espías. Tienen la oportunidad
de salvarse si consienten en dar información sobre la misión que se les ha
encomendado. Al principio, los dos titubean y casi están a punto de ceder, pero
la arrogancia del oficial que les interroga hace que Giovanni se niegue a
hablar y es fusilado. Oreste sigue su ejemplo y corre la misma suerte. Su
sacrificio no es inútil: sus compañeros atacan y la victoria está muy cerca.
CONSIDERACIONES
Presentada en el Festival
de Cine de Venecia en 1959, La gran guerra fue premiada con el León de
Oro, ex-aequo con El general de la Rovere (Il generale della Rovere), de
Roberto Rossellini, y provocó una gran polémica entre el público asistente, que
reía frente a la pantalla con un tema tan sagrado y delicado como la guerra.
Monicelli había conseguido aunar comedia y drama de un modo compacto,
respetuoso con el ser humano y demoledor con las instituciones. Por eso asombró
y asombra hoy día lo políticamente incorrecta que resulta esta Gran Guerra,
que hace rodar cabezas de principio a final.
Por otro lado, el trío
protagonista nos regalan uno de sus mejores trabajos: Gassman, más comedido y
sobrio que de costumbre, hace creíble a un sinvergüenza que termina enamorándose
de una prostituta con un romanticismo propio de un adolescente. Silvana
Mangano, que la interpreta, sorprende por la minuciosidad con que ha elaborado el
retrato de una mujer inculta y bastante soez, aunque dotada de encanto y buen
corazón, y por último, Sordi, vuelve a transmitirnos ese sabor del ciudadano
medio, con todos sus defectos (envidia, avaricia, egoísmo, insolidaridad), pero
también con sus virtudes que afloran cuando es puesto frente a la injusticia y
al dolor cercano.
En un principio la película
iba a estar respaldada por el ejército, pero tras la lectura del guión, se
retiraron del proyecto acusando al filme de antipatriótico y de burla a las
fuerzas armadas. A pesar del elevado coste de producción, De Laurentiis se lanzó
a la aventura y rodó la película íntegramente en suelo italiano. Según ha
contado Monicelli, tuvo que discutir mucho con De Laurentiis a causa del final,
ya que los distribuidores no querían que los dos protagonistas murieran
fusilados, y a causa del “aspecto andrajoso” que tenían los soldados en el set
de rodaje; a De Laurentiis, también le parecía que aquellos figurantes no daban
el tipo viril de un militar y pidió explicaciones al director. Monicelli habló
largamente con él explicándole punto por punto aquella decisión de mostrar la
suciedad de un ejercito de gente desesperada que carecían de ropas y alimentos.
De Laurentiis no estaba de acuerdo pero respetó la decisión del director.
Esta obra maestra del
cine se llevó también el Nastro D’Argento en 1960 al Mejor Actor (Alberto
Sordi), y al escenógrafo (Mario Carbuglia); y el David de Donatello para los
Mejores Actores (Alberto Sordi, Vittorio Gassman), y al Mejor Productor (Dino
de Laurentiis)
FICHA TÉCNICA
Título original.........................................................La
Grande Guerra
El tiempo hace grandes cineastas,
medianos cineastas y mediocres cineastas. Mario Monicelli pasó la prueba del
tiempo y ya se encuentra en el Olimpo de los dioses (si es que el Olimpo no es
demasiado aburrido para él).
Mario Monicelli creó y definió, junto a
directores como Dino Risi o Ettore Scola, el gran género denominado como
“Comedia a la italiana”, que no era otra cosa que un paso adelante en el
Neorrealismo cinematográfico italiano. Monicelli y sus compañeros se plantearon
la sociedad en la que vivían como un drama jocoso, o un juego amargo de la
risa. Toda la experiencia acumulada por el cineasta en sus primeras películas
con el gran cómico Totó, se desborda sabiamente en excelentes películas como Un eroe dei nostri tempi, 1955, Padri e
figli (Padres e hijos), 1956, y en tres obras maestras tituladas I soliti ignoti (Rufufú), 1957, La grande
guerra (La gran guerra), 1959 y I
compagni, 1963. En todas ellas obtiene grandes interpretaciones por parte
de sus actores (Vittorio Gassman, Alberto Sordi o Marcello Mastroianni),
gracias a su minuciosa puesta en escena en la que cada plano tiene una
importancia capital de modo que las secuencias van dibujándose poco a poco
marcando la diferencia entre él y otros directores de su generación. Monicelli
es un gran creador que en ningún momento deja de ser un habilidoso artesano que
maneja a capricho los pinceles que la cámara de cine le brinda. El “detalle”
era más importante que el “todo” en sus historias, porque la fórmula empleada
en su magia da como resultado el “conjunto” perfecto que era, a la vez, la
“imperfección” o impureza que buscaba incansablemente para meter el dedo en el
ojo y hacer verdadero daño, aunque siempre con una sonrisa de oreja a oreja.
Un
ejemplo lo encontramos en el filme La
gran guerra donde el director sabía que unos uniformes deteriorados y
sucios, unos gestos insultantes y groseros y unas actitudes “derrotistas” por
parte de los soldados protagonistas, serían entendidos por el público como
gestos pacifistas que exponían claramente el mensaje amargo que se filtraba
dentro de una hilarante comedia de costumbres. Una gran comedia del absurdo que
dejaba clara la fatalidad del hombre inmerso en sus circunstancias, cuyo futuro
nunca sería el paraíso prometido, y mucho menos el “terrenal”. Para Monicelli
el paraíso era simplemente el edén perdido de donde Dios expulsó al hombre y a
la mujer. Era el mensaje de un no-creyente que, sin embargo, creía firmemente
en la humanidad y la bondad del ser humano en los momentos difíciles donde sale
la nobleza más escondida que todos (o casi todos) llevamos dentro de nuestro
corazón. Para Mario Monicelli los hombres y las mujeres eran seres débiles,
tiernos y vulnerables con aspiraciones de grandeza o heroicidad. Nunca
dominaron en su cine los “fuertes”, ya que él solo creía en los perdedores, en
los ladrones de poca monta, en los pícaros de buen corazón quienes, al fin y al
cabo, y aunque no nos guste, forman parte de nuestra sociedad. Su cine resulta
tan moderno en el siglo veintiuno porque no se queda anclado en el pasado, sino
que pisa fuerte en el meollo de las cosas que afectan a una sociedad en
perpetuo cambio. Sus pobres diablos de los años sesenta son los mismos que
viven en nuestro día a día, y son los mismos que estarán presentes cuando el
mundo toque a su fin.
Larga vida donde quiera que esté al
gran maestro del Séptimo Arte llamado Mario Monicelli.